Estamos en la cinta de “equipaje sobredimensionado” ya que todos los vehículos de bebés los entregan por allí, pero pasan los minutos y nada.
Llamamos a unos funcionarios para ver si pueden revisar atrás de las cintas y nos dicen que ya no queda más nada de nuestro vuelo, que tenemos que ir a Atención al Cliente. Perfecto… ¡con lo apurados que estamos!
Igual no nos queda otra, y hacemos el reclamo. En este trámite perdemos como veinte minutos de nuestro tan preciado tiempo, para que nos informen que el cochecito nunca salió de Paris, que hubo una equivocación y que lo enviarán a casa.
¿¡A casa!? En este momento es bastante surrealista pensar que un día llegará el cartero con el cochecito: creo que nunca más lo volveremos a ver.
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Y ahora… a correr. A buscar el mostrador de Aerolíneas Argentinas con la esperanza de no haber perdido el vuelo.
Luego de viajar en tren, recorrer escaleras mecánicas y una infinidad de mostradores de otras aerolíneas, finalmente lo vemos a lo lejos. Y está sospechosamente vacío.
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Automáticamente pensamos que perdimos el vuelo. Pero como todo lo sucedido en el día lo que comienza mal, termina con final feliz: el vuelo está retrasado varias horas.
Debe ser la primera vez que este tipo de noticia me pone contenta. Es que si hubiera salido en hora, simplemente lo perdíamos. Y no era una sensación mía, los funcionarios del aeropuerto opinaban lo mismo. Para compensarnos por la espera, tenemos la cena paga: 2 pedazos de pizza y una bebida. Así que cenamos tranquilos, esperando no tener más sobresaltos por el día. |
Las horas pasan y abordamos el avión. Con tantos nervios en tan pocas horas estamos agotados y no pasa mucho rato para que caigamos rendidos en los brazos de Morfeo.
Dormimos prácticamente todo el viaje; en mi caso esto no es del todo bueno… me da miedo despertarme con trombosis al no haber caminado hace horas. Por suerte ya tomé mi "aspirina turística" y llevo mis medias especiales, que se encargan de minimizar este riesgo.
Juli se porta divino, y a pesar que no es muy cómodo tener a una bebé atravesada en el asiento durante horas, a esta altura ya nos parece normal.
De a poco vamos regresando a lo nuestro: se escucha hablar en español por todos lados y la marca de la mermelada del desayuno es Arcor.
Llegamos a Buenos Aires. Sólo resta cruzar el charco para dar por finalizada nuestra aventura.
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