sábado, 27 de abril de 2013

Notre Dame y Museo D´Orsay - Paris, Francia

Estamos un poco retrasados según el horario que habíamos fijado, así que vamos buscando un lugar para almorzar mientras caminamos en dirección a la Ilhe de la Cité, donde se encuentra Notre Dame.
Evitamos la rambla y vamos por una callecita interior para resguardarnos del frío. Estamos en pleno Barrio Latino.

Siempre pensé que este lugar se llamaba así porque estaba lleno de latinoamericanos, donde tenían sus negocios y una pequeña comunidad… pero me vengo a enterar que nada de eso es así y que su nombre proviene de una historia diferente.

En la Edad Media, este barrio era principalmente de estudiantes, y el latín era la lengua académica de la época (de ahí que se conozca con este nombre).
Barrio Latino
Almorzamos en una especie de Pub; hacía días que no comíamos un bife de carne como Dios manda, así que quedamos más que satisfechos.

Como anécdota de este almuerzo se gana el primer puesto la protagonizada por Sonia: cuando nos estamos retirando del lugar ¡le pega sin querer a la bandeja llena de vasos que traía el mozo! El resultado son varios vasos hechos añicos contra el piso. Mientras todos nos disculpamos con múltiples “Excuse moi” nos acercamos a la puerta para huir lo más rápidamente posible de allí.

Notre Dame
A pocas cuadras se encuentra Notre Dame, por lo que en unos minutos ya estamos dentro.

A lo largo del viaje hemos visto demasiadas iglesias, unas más lindas que las otras… pero Notre Dame es especial.

Quedamos maravillados con sus fabulosos vitraux, una verdadera obra de arte. Pero sin embargo lo que más me entusiasma es la posibilidad de subir a sus torres y tener una vista de Paris acompañada de sus características gárgolas.
Lamentablemente hay 1 hora de cola para subir, así que me quedo con las ganas de conocer la guarida de Cuasimodo: no disponemos de tanto tiempo, el Museo D´Orsay cierra temprano.

Igual antes de partir dedicamos unos minutos a conocer la cripta arqueológica donde podemos ver una simuación en 3D de cómo fue la construcción de la iglesia y la evolución de la isla.

Visitar dos museos en un mismo día no es para cualquiera: reconozco que hay que ser bastante entusiasta para no morir en el intento. Pero estamos hablando nada más ni nada menos que del Museo D`Orsay, hogar de las pinturas impresionistas más famosas del mundo.

El museo es precioso, anteriormente era una estación de trenes. Su enorme reloj de agujas es un símbolo característico de este lugar.

Tenemos menos de 2 horas para recorrerlo así que vamos a tener que concentrarnos en las obras más importantes. Pocho y Sonia deciden que ya vieron demasiado arte por el día y se quedan en la cafetería.

Comenzamos con “Arreglo en gris y negro n°1” de Whistler y luego vemos “El baile del molino de la Galette” de Renoir. Y seguimos con uno de mis favoritos: Van Gogh.

No tengo muy claro si lo que me atrapa de Vincent es su pintura o su vida… lo único que sé es que desde que conocí su museo en Amsterdam siento algo especial por sus obras. En ese entonces descubrí “La habitación” y los famosos “Girasoles”; ahora D´Orsay me regala “Una noche estrellada”, “La iglesia de Auvers-sur-Oise” y algún autoretrato entre otros.

También vemos obras de Gauguin e inmediatamente me retrotraigo a la casa de mis padres: durante mucho tiempo los cuadros de cabecera de nuestro living mostraban mujeres de la Polinesia concebidas por este hombre.

Actualmente ya no están… en donde estaba “Ta Matete” ahora está “Guernica” y en lugar de “La Orana María” está colgada la tele.

Volviendo al museo, hay una exposición de pinturas bizarras y oscuras, así que destinamos nuestros últimos minutos a recorrerla.

Vemos a Satanás representado de múltiples maneras y cuadros que muestran calaveras, sangre derramada por litros y otras preciosuras que demuestran lo retorcida que puede llegar a ser la mente.

Es hora de irnos, el museo ya está cerrando sus puertas.
L´Ange du Bizarre

Sonia hace días que quiere ir a un Decathlon, así que hacia allá vamos. Los papeles se invierten, ahora somos nosotros los que esperamos en un Mc. Café mientras Yaya Sonia aprovecha a sacarse las ganas de ver y comprar ropa.

Cansados pero satisfechos de haber podido recorrer todo lo que nos propusimos, volvemos al apartamento... esperando que nuestra mente pueda procesar todo lo que vimos en tan poco tiempo.

Museo del Louvre - Paris, Francia

Hoy es un día de clásicos… el objetivo es conocer el Louvre, Notre Dame y el museo D´Orsay.
Es un itinerario bastante ambicioso pero tenemos metas claras: 3 horas para el Louvre, almuerzo, luego 1 hora para Notre Dame y lo que reste para D´Orsay.

Así que 15 minutos antes de que el Louvre abra sus puertas ya estamos allí, sacándonos fotos con la pirámide invertida.

Ni bien nos dan acceso tomamos un mapa cada uno, alquilamos las audioguías (una especie de control remoto estilo Nintendo) y salimos disparados por los pasillos para conocerla a ella: La Monalisa.
Pirámide Invertida
Monalisa
Es el ícono indiscutible de este museo. Ya me habían advertido que no era un cuadro muy grande, pero igual me sorprendo al observar que es de bolsillo.

Que sea de dimensiones pequeñas no significa que sea menos cautivadora… realmente tiene algo que te atrapa.

No sé si será su enigmática sonrisa o si sólo el hecho de saber que es de Leonardo ya hace que la mires de otra manera.
En la misma sala se encuentra “Las Bodas de Caná” de Paolo Veronese. Este lienzo es enorme… es el más grande de todo el museo y mide 10 metros de ancho por 7 de alto.

A pocos pasos de allí vemos “La Coronación de Napoleón” de Jacques-Louis David. Tengo que decir que me enamoré de esta obra: se puede observar a Napoleón coronando a su esposa Josefina.

Parece ser que la ceremonia no contaba con la bendición de la madre de Bonaparte, pero Napoleón nos muestra lo que él quiere que veamos: le pidió al pintor que retrate a su madre en una posición central y con expresión aprobadora, a pesar de que en los hechos la madre no asistió a la coronación.

David pensaba que estaba pintando el lienzo más grande de todos, pero finalmente perdió por pocos centímetros con “Las Bodas de Caná”. No tengo idea de cómo hacían para hacer algo tan grande y tan perfecto.
Bodas de Caná y Coronación de Napoleón
Victoria de Samotracia
Seguimos avanzando y vemos cómo se alza magnífica entre la gente “La Victoria de Samotracia”. A mi madre le encanta esta escultura así que la retrato desde varios ángulos.

Por un momento me pierdo en mis pensamientos ya que al verla se dispara mi mecanismo de asociación mental: me traslado hacia la fachada del Castillo Pittamiglio donde hay una réplica de la Victoria alada… pienso en escaleras que no conducen a ningún sitio, y finalmente veo al alquimista de la Rambla Wilson con su capa y me pregunto si habrá logrado la inmortalidad.
Vuelvo al Louvre de golpe… perdimos a Pocho. En primera instancia pienso que no hay problema, cada uno tiene un mapa y un simple mensaje de texto al celular solucionaría el tema. Pero todos esos implementos salvadores están en su mochila que en este momento tiene Sonia: estamos incomunicados. Lo peor de todo es que como no hace mucho que llegamos, aún no establecimos claramente el horario de partida ni un punto de encuentro.

Estamos preocupados porque cada vez va llegando más gente y van disminuyendo nuestras probabilidades de encontrarlo. Hacemos un operativo comando: Juli y Yaya Sonia se quedan con órdenes expresas de no moverse de al lado de la “Victoria”, y con Nacho nos asignamos cada uno un sector para barrer, teniendo que regresar en 5 minutos a encontrarnos todos nuevamente.

Voy caminando rápido y por momentos trotando, mientras se mezclan rostros de todas nacionalidades con retratos y esculturas. Pasan hordas de chinos, o como dice “La Catalina”: gente que “no son chinos pero son chinos igual”… pero no hay señales de Pocho.

Le pregunto a un guardia si hay manera de llamarlo por los parlantes, pero me dice que el procedimiento cuando alguien se pierde es encontrarse en la pirámide invertida.

Ahora ya voy corriendo por los pasillos y con el pulso acelerado parezco Sauniere huyendo de Silas en “El Código Da Vinci”.

Se cumple el tiempo… vuelvo deseando que Nacho haya tenido mayor suerte, pero veo que tampoco lo encontró. Decidimos seguir adelante y ver qué pasa: no nos quedan muchas otras opciones.

Nos internamos en la cultura egipcia y estoy de parabienes: entre papiros y jeroglíficos soy feliz.

Y esta felicidad se multiplica cuando allá a lo lejos, entre la gente distingo a Pocho, filmando y sacando fotos muy tranquilamente. Es que él nunca se sintió perdido. Ahora sí, con el 100% de los integrantes, continuamos el recorrido con pena de muerte al que se separe sin avisar.

Nos maravillamos con la “Tríada de Osarkón”, con el “Escriba sentado”, con la colección de sarcófagos y tantas otras cosas.

Nos detenemos especialmente para observar una momia que está en exposición… paradójicamente en Egipto no ví ninguna, y la única que conocía era la de la sacerdotisa Eso Eris del MUHAR en la IMM.
Tríada de Osarkón, Escriba Sentado, y algún Faraón sentado también
Bajo la Pirámide
Es impresionante cómo se pasa el tiempo aquí dentro: 3 horas para recorrer no le hacen ni cosquillas a este lugar.

Dejamos a Pocho y Sonia con Juli en la cafetería y vamos a los apartamentos Napoleónicos.

En realidad Napoleón nunca vivió aquí según la explicación del audioguía, lo que le quita un poco de encanto al recorrido y al rato ya estamos volviendo.
No nos podemos ir del Louvre sin retratarnos con la Pirámide de Cristal.

Esta foto se puede hacer de la forma tradicional, o de la manera artística. Es divertido ver a turistas de todos lados realizando poses raras para valerse de la perspectiva y hacer como que tocan la punta de la pirámide con el dedo.

Hay una serie de cubos donde uno se puede subir a hacer estas piruetas para que la foto salga mejor. Nosotros no somos la excepción, así que también nos subimos y hacemos alguna macacada.
¡Haciendo cosas de turistas!

Y así de a poquito, va quedando el Louvre a nuestras espaldas y ya pensamos en vitrales redondos... es hora de dirigirnos hacia Notre Dame.

viernes, 26 de abril de 2013

Palacio de Versalles – Versalles, Francia

Hace 2 semanas que estamos de viaje y el cansancio empieza a hacerse notar. El despertador suena cada día unos minutos más tarde e incluso así, ya no lo respetamos demasiado: han sido jornadas intensas.

La idea de hoy es ir a Versalles, pero lo tomamos con calma: desayunamos tranquilos, vamos al super, lavamos algo de ropa, organizamos fotos.

Hoy es el cumple de Hernán. Le mando un SMS para saludarlo y por un momento vuelvo al BPS… me pregunto si ya habremos salido en Producción.

Se me vienen a la mente rostros de personas, pero los veo lejanos.

Esta parte es la que más odiaba de mis viajes por tenis: en determinado momento, no importaba qué tanto me esforzara en recordar, se me iban borrando los detalles de las caras de mis familiares y amigos, dándome la sensación de que ellos también se olvidaban de mí.

Trato de alejar todos estos pensamientos de mi cabeza ya que antes de partir de Montevideo, hice un pacto conmigo misma de desconexión total. Me vuelvo a concentrar en el paseo… un palacio nos espera.

Luego del clásico combinado de metro y tren, estamos en 1 hora en Versalles. Llegamos al mediodía por lo que aprovechamos a almorzar primero así tenemos toda la tarde para visitar tranquilos.

Hace mucho frío y por momentos llovizna: ideal para recorrer un lugar cerrado. El único tema es que no nos dejan entrar con el cochecito de Juli, por tanto el panorama se complica bastante. No entiendo el porqué de esta regla, en todos los otros lugares que estuvimos nunca nos hicieron problema.

El Palacio de Versalles es gigante y espectacular. Saber que por estos pasillos y habitaciones circulaban Luis XIV y Luis XVI da escalofríos.
Rey Sol y Entrada a Versalles
Galería de los Espejos

Una de las salas más emblemáticas del palacio es la llamada "Galería de los Espejos"; el objetivo de este lugar era deslumbrar a los invitados... creo que lo lograron con creces.

Cada poco tenemos que andar evitando que Juli pase por debajo del cordón que marca el límite de hasta dónde se puede avanzar, y es común escucharnos decir frases del estilo: “¡No Juli, ahí no te subas que es la cama de la Reina!”.

Es que tiene un conflicto pobrecita: los últimos 2 días todo estaba permitido porque estábamos en Disney, y hoy de buenas a primeras, todo está prohibido.

La visita se hace un poco pesada porque realmente Juli está sumamente fastidiosa: es entendible, si tuviera su edad no estaría muy entusiasmada tampoco. De haber tenido el cochecito hubiera sido otro cantar, pero en estas condiciones no está siendo muy disfrutable el paseo.
A estas alturas Yaya Sonia y Tata Pocho están en la cafetería degustando un cafecito y unas masitas. Nosotros en cambio nos aventuramos hacia los jardines del palacio. Juli, cansada de luchar contra molinos de viento se duerme, y podemos disfrutar el paisaje en silencio.

Hace muchísimo frío y está garuando. Sacamos algunas fotos del exterior y pensamos si vale la pena tomarnos el trencito que te lleva hacia el Trianón (residencia de verano de los reyes)... tenemos miedo de morir de hipotermia en el trayecto, así que desistimos.
Jardines del Palacio
Dejando Versalles atrás
Realmente me hubiera gustado recorrer estos jardines si el tiempo hubiera acompañado. Y bueno… supongo que es la excusa perfecta para tener que regresar aquí algún día.

Recuperamos nuestro bien más preciado, el cochecito, y nos vamos retirando de Versalles.

Desde lo alto de uno de los laterales del palacio nos despide una frase que es perfecta para resumir las sensaciones que genera este lugar: “A toutes les gloires de la France”… Salú!

jueves, 25 de abril de 2013

Disney Studios – Marne-la-Vallée, Francia

Después de varios intentos frustrados por despertarnos temprano, logramos dejar el apartamento a las 10 de la mañana.

La frase “Déjà vu” cobra vida a medida que vamos llegando a destino: hoy nos toca Disney Studios.

Para nosotros es lo más normal del mundo dedicar 2 días a parques temáticos, pero para los abuelos puede resultar un tanto extraño estar volviendo a este lugar. Llegamos tarde, son las 11:30, pero como este parque es más chico no vamos a tener problemas.
Stage 1
El Rayo
Para ir entrando en calor primero vemos el “Lights, Motors, Action! Extreme Stunt Show”. Aquí nos develan algunos secretos de las persecuciones de autos y motos de las películas, en vivo y en directo.

Para deleite de grandes y chicos, hay una participación especial de Lightning McQueen, quien recibe órdenes de su amigo Mate desde una pantalla gigante, mientras va tras los pasos de uno de los malos.

Supongo que algún millonario debe tener al Rayo dentro de sus autos de colección… es que este autito en tamaño real es una divinura: desde las llantas hasta los ojitos.

A lo lejos se pueden escuchar los gritos de la “Hollywood Tower” o como le decimos nosotros, “La Torre del Terror”. Y hacia allá vamos… la idea de subirnos a un ascensor que se desploma es bastante inquietante, pero nos dirigimos felices de la vida hacia la “Twilight Zone”.

Lo divertido de este juego es que todas las veces es diferente, por tanto no se puede dar nada por seguro. De repente uno está esperando que el ascensor baje en caída libre, pero en cambio sube a toda velocidad para mostrarnos una vista vertiginosa del parque, para luego sí caer varios pisos o viceversa. Y eso es lo que lo hace sumamente divertido: la incertidumbre de lo que vendrá.

Muertos de risa y con ganas de subirnos a algo igual o peor es que seguimos con la montaña rusa de Aerosmith. Salimos despedidos a toda velocidad dando giros de 360 grados y con “Dude (Looks like a lady)” sonando de música de fondo. Esta montaña rusa me encanta… creo que si en lugar de Aerosmith fuera de Green Day sería mi favorita.

Tanque de agua con orejitas!
Paramos un ratito para almorzar y hacemos un par de atracciones tranqui: “Cinemagique” (un cortometraje que mezcla acción, humor y amor a la mejor manera de Disney) y vemos pasar el parade de “Cars & Stars” (donde van todos los personajes de Disney en autos muy coquetos y adornados para la ocasión).

A continuación nos embarcamos en la difícil tarea de salvar al mundo en “Armageddon” tratando de destruir el meteorito que hará estragos en el planeta. Y ya con la comida por los pies, repetimos el ascensor y la de Aerosmith.
Otra vez en Disneyland!
Antes de decirle adiós a los Studios nos metemos en el mundo de Toy Story y subimos al “Bólido de Andy”. Visto desde afuera no dice mucho: es como si estuviéramos en una pista de Hot Wheels y el carrito fuera el autito.

Pero la gracia es que simula la trayectoria que hacen los niños cuando juegan: vamos subiendo la rampa y bajando de espaldas en un movimiento de péndulo cual si fuera el barco Vikingo.

Este parque cierra más temprano, pero como la entrada permite cambiarnos al otro, no lo pensamos dos veces: cuando queremos acordar estamos nuevamente en Disneyland subidos al Trencito Minero y a la de Indiana Jones.
Ahora sí, totalmente satisfechos luego de dos días de emociones y adrenalina es tiempo de hacer algunas compras.

Hay una realidad: lo que se quiera comprar aquí es carísimo. Pero lo que también es cierto es que es precioso y dan ganas de traerse todo.

Tengo como encargo comprarle algo a Rodri mi sobrinito, así que me focalizo en eso… igual termino con llaveritos, moneditas de chocolate y otras chucherías… ¡es prácticamente inevitable!
Juli... se mira y no se toca ehhh
La hora se va pasando y ya son las 20:30, por lo que evaluamos quedarnos otra vez a los fuegos artificiales. Es increíble pensar que todos los días hacen ese espectáculo. Ni quiero saber lo que debe salir… es como si hicieran una “Noche de las Luces” a diario.

Hay opiniones encontradas de si quedarnos o no y finalmente decidimos regresar. Esta vez sabemos dónde tomarnos el tren, así que volvemos sin problemas.

Nos despedimos entonces de Disney felices y agradecidos de haber tenido estas “vacaciones” dentro de las vacaciones; y ya pensamos en palacios, reyes y reinas… Versalles nos espera.

miércoles, 24 de abril de 2013

Disneyland Paris – Marne-la-Vallée, Francia

Luego de tantas visitas culturales es hora de darle descanso al intelecto e inyectarnos un poco de adrenalina en la sangre. Así que dejamos atrás libros de historia y vamos tras las orejitas de Mickey. Y esto es literal, si uno quiere llegar a Eurodisney hay que seguir los carteles en la estación de metro que dicen “Marne-la-Vallée” y tienen dibujadas unas orejitas al costado.

Luego del metro desde Bir-Hakeim a Charles de Gaulle – Etoile, nos tomamos el RER A (un tren que va hacia las afueras de Paris) y en poco más de 1 hora ya estamos prontos para volver a ser niños.

Eurodisney tiene 2 parques: Disneyland Paris y Disney Studios; con las entradas que tenemos, podemos entrar indistintamente a cualquiera e incluso cambiar de parque en el día. Decidimos ir primero a Disneyland y dejar los Studios para el día siguiente.

Magic Kingdom en Orlando, Disneyland California y Disneyland Paris tienen prácticamente la misma distribución por lo que sabemos hacia dónde dirigirnos incluso antes de mirar el mapa. Lo que les transmitimos a los abuelos es que luego hay tiempo de sacar fotos y filmar; lo primero que hay que hacer es empezar el circuito de juegos antes que empiece a llegar el malón de gente.

Entrada a Disneyland Paris
Elegir a qué juegos ir y en qué momento hacen la diferencia: si esto se toma a la ligera las colas pueden llegar a ser de una hora, hora y media. Por suerte ya somos usuarios avanzados de parques temáticos y nuestro promedio es de veinte minutos, dando lugar a repetir las atracciones que más nos gustan.

Comenzamos con la "Space Mountain"… dejamos a Juli con Sonia y allá vamos. Me preocupa un poco lo que pueda pasar con Pocho: es su primera vez en una montaña rusa. Si bien ésta no es de las más fuertes, tampoco es el “Gusano Loco”.

Castillo con árboles cuadrados
Para nuestra sorpresa, tiene mayor grado de complejidad que sus hermanitas gemelas yanquees: realmente está alucinante. Salimos del juego matándonos de risa con la adrenalina a flor de piel y totalmente acelerados… es que no hay sensación que se iguale a la experiencia de una montaña rusa. Supongo que tirarse de paracaídas o hacer bungee jumping debe ser todavía peor, pero como nunca lo hice para mí las roller coasters son lo máximo.

Seguimos el recorrido con el clásico "Star Wars": nos turnamos para que Sonia también pueda hacer el juego ya que es un simulador medio tranqui y creemos que no va a tener problemas en subirse.

A continuación decimos “Hacia el infinito y más allá” y hacemos el "Buzz Lightyear" en familia. A Juli no le dan los ojitos para mirar todo lo que pasa a su alrededor, mientras todos disparamos nuestros lásers para vencer al Emperador Zurg.

Es hora de caminar un poco dejando "Tomorrowland" atrás, y dirigirnos hacia "Adventureland". A mitad de ruta nos topamos con uno de los típicos parades (un desfile con todos los personajes de Disney) y la suerte está de nuestro lado: a pocos metros de donde estamos, Minnie va a firmar autógrafos y sacarse fotos con los niños.

La expresión de felicidad de Juli no tiene precio. Me encantaría saber qué pasa por esa cabecita en este momento, al estar cara a cara con su peluche favorito pero en tamaño gigante.

El tiempo de Minnie es limitado porque luego tiene que continuar con el desfile, y faltando sólo 2 niños para nuestro turno su guardaespaldas (sí, guardaespaldas… y créanme que es necesario) informa que solo hay tiempo para una foto más con todos los niños juntos. Allá voy con Juli y obviamente que hago caso omiso a la directiva de “sólo fotos” y la acerco para que le dé un beso en la mejilla.
Encuentro con Minnie

Tengo que reconocer que en Disney yo soy tan chiquilina como las nenitas que andan correteando por ahí, y que me encantó estar cerca de Minnie. Ya sé, es una estupidez, pero es así. La magia de Disney te lleva a vivir un día de fantasía, y no vale la pena resistirse… hay que entregarse por completo.

Buscando más acción nos subimos a la montaña rusa de "Indiana Jones" (cortita pero sumamente rendidora) y a la "Big Thounder Mountain", o como le decimos nosotros cariñosamente: “El trencito minero”.

Tenemos que hacer la parada obligada para comer y terminamos almorzando en un restaurant que se llama “Hakuna Matata”. Cuando era chica sabía que esta frase tenía un significado profundo; de grande aprendí a decir “Carpe Diem”. Y creo que van de la mano: una filosofía de vida… disfrutar del momento. ¡Y vaya si la estamos aplicando!

Bajando la comida en la calesita
Uno de los tips obvios de los parques temáticos es hacer primero los juegos más violentos, y dejar para después del almuerzo una serie de atracciones tranquilas. De esta manera se puede bajar la comida sin necesidad de compartirla con el resto del parque.

Así que vamos a la "Calesita" y a las "Aventuras de Pinocho" con Juli, para terminar de hacer la digestión en "La Mansión Embrujada".

Luego de este pequeño “descanso” es hora de repetir nuestros juegos favoritos. Hacemos una vuelta más en "Big Thounder Mountain" e intentamos repetir la de Indi, pero está cerrada por problemas técnicos. Finalmente como broche de oro nos subimos 2 veces más a la "Space Mountain"… tengo toda machucada la espalda pero bien que valió la pena.

Cenamos y nos disponemos a disfrutar de una de las cosas más fabulosas que tiene este parque: sus fuegos artificiales. No sé cómo lo hacen pero siempre se superan… el espectáculo es una combinación perfecta de pirotecnia, música, luces, chorros de agua y llamaradas de fuego, mientras van proyectando videos sobre el propio castillo. Un show digno para festejar el 20mo. Aniversario de Mickey en tierras francesas.

Son las 11 de la noche y es momento de volver a casa: ese es nuestro pensamiento y el de los miles de personas que todavía están en el parque. Por tanto la salida se torna en una procesión multitudinaria que avanza sin prisa pero sin pausa.

Al llegar a la estación de trenes tenemos un inconveniente: está cerrada. No sólo está cerrada la puerta, sino que hay un cartelito que indica que cerró hace 15 minutos. Esto es un problema grave, si no es en tren, no sabemos regresar. Empezamos a preguntar a ver si sale algún ómnibus hacia Paris, pero sólo van hacia los hoteles propios del parque o hacia otros sitios, pero ninguno a la capital.

Me niego rotundamente a aceptar que en un lugar en donde está todo pensado al más mínimo detalle, si uno se queda hasta el final de los fuegos luego no tenga tren para volver. Pero la realidad es lo que nos está mostrando. Por suerte encontramos una pareja con el mismo problema que nosotros, la cual está siendo ayudada por una muchacha.

Parece que la estación después de todo no está cerrada, sino que fuimos por la puerta equivocada. Ahora el problema reside en que el tren sale en 5 minutos y no sabemos si hay otro más tarde. Así que con el corazón en la boca, otra vez a correr.

Cuando llegamos a las vías, el tren está como a 150 metros y la propia gente está aguantando las puertas para que suban otras personas; de no ser así ya se habría ido.
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Hacemos el último esfuerzo del día, y luego de 14 horas en actividad nos pegamos un pique. Vamos llegando (nosotros, nuestras mochilas, bolsos y el cochecito) y cuando estamos todos en la puerta del tren, nos subimos en bloque.

Felices de haber alcanzado el tren, aunque un poquito transpirados, con el pulso acelerado y parados (va atiborrado de gente) vamos retornando hacia nuestro apartamentito.

Y así culmina un día sumamente agotador, pero de esos que te hacen sentir vivo… y mañana… ¡vamos por más!

martes, 23 de abril de 2013

Arco del Triunfo, Plaza de la Concordia y Bateaux Mouches - Paris, Francia

Napoléon dijo a sus soldados: “Volveréis bajo arcos triunfales” y sin lugar a dudas cumplió su palabra. El Arco del Triunfo impresiona por sus medidas: tiene 50 metros de altura y 45 de ancho. Emergen desde su base 12 avenidas formando una estrella.

Una de ellas es Champs Elysees. Sobre esta calle se encuentran las tiendas más glamourosas por tanto caminamos sin detenernos demasiado: nuestro objetivo es ir hasta la Plaza de la Concordia.
Arco del Triunfo
Yaya Sonia y Juli disfrutando del pastito
A medida que nos vamos alejando del Arco del Triunfo la presencia de tiendas disminuye gradualmente hasta desaparecer en presencia del Grand y Petit Palais.

Esta zona es realmente hermosa. Aprovechamos los jardines del palacio para disfrutar al aire libre.

Me habían dicho que una de las cosas más lindas de París son sus espacios abiertos y este lugar es prueba indiscutida de ello. Juli corre por el pastito mientras todos los demás descansamos en un banco.
Con las pilas un poquito más recargadas continuamos con la caminata hacia la Plaza de la Concordia. En esta plaza se respira historia… en época de la Revolución Francesa se llamaba Plaza de la Justicia y aquí se encontraba la famosa guillotina que viera rodar tantas cabezas (entre ellas las de Luis XVI y María Antonieta). Posteriormente se le quiso dar un toque más conciliador a este lugar, por tanto se colocó un obelisco egipcio en su centro cambiando el nombre a Plaza de la Concordia.

Vale la pena tomarse unos minutos para caminar por aquí, apreciar sus fuentes y esculturas, y disfrutar de la amplitud visual que nos brinda la plaza. Para todos lados hay algo lindo que observar, pero creo que mi sector favorito es el que da al Jardín de las Tullerías.
Plaza de la Concordia

El tour continúa y es hora de irnos acercando al Sena. Y no hay mejor manera de hacerlo que atravesando uno de sus famosos puentes: el Alejandro III. Todo es perfecto y todo brilla. Si a esto le sumamos que como fondo tenemos a Les Invalides, se convierte en uno de mis puentes predilectos.

Vamos bordeando el río hacia el Pont d’Alma, desde donde salen los Bateaux Mouches. Son una especie de Bus Turístico pero en su versión marítima: al menos el que nos tomamos nosotros, claro que hay otros en los que se puede cenar a bordo al mismo tiempo que se va contemplando Paris.

Mientras esperamos la partida ocurre un fenómeno bastante curioso: un grupo de turistas chinos se enamora perdidamente de Juli. Y no estoy exagerando. Al principio fueron unas tímidas risitas y flashes que provenían de lejos… al final ya nos piden permiso para alzarla en brazos y retratarse con ella mientras le dan besos. Cuando ya están rozando la línea de lo anormal por suerte dan la orden de que nos ubiquemos en los asientos ya que el barco está por partir.
La verdad es que estamos todos contentos de poder sentarnos un rato... en lo que va del día caminamos demasiados kilómetros. El paseo nos sirve para tener una primera aproximación a muchos monumentos y lugares que recorreremos en la semana con más detalle. Y así se van sucediendo el Louvre, el museo d’Orsay, Notre Dame, Petit y Grand Palais, Les Invalides, la Torre Eiffel entre otros.

Está atardeciendo sobre Paris y hace frío. Así que para terminar el paseo pasamos de nuestros asientos al aire libre del piso superior a los cerrados en el piso de abajo.
Notre Dame desde el Sena
El episodio vuelve a repetirse, pero esta vez con una familia de hindúes: Juli es nuevamente el centro de atención y la retratan de todas las maneras posibles. Se ponen particularmente insistentes en querer tener una foto con su hijo abrazándola y dándole besos. Es lo más parecido a una propaganda de United Colors of Benetton que he visto.

Mientras ocurre todo esto tengo un par de pensamientos y son los siguientes: ni los chinos ni los indios saben que Juli es uruguaya, por lo que contarán anécdotas en sus lejanos hogares sobre una bebé francesa (calculo que el chino tiene la foto en su portaretrato de la mesita de luz). Y lo otro que pienso es que ni bien lleguemos al apartamento hay que bañar a la petit baby para removerle el exceso de babas multinacionales que tiene en toda la cara.
Torre Eiffel desde Champ-de-Mars


Otra vez en tierra firme emprendemos la vuelta a nuestro hogar. Caminando despacito (ya no podemos más) atravesamos los Champ-de-Mars y Paris a media luz nos regala una postal: la Torre Eiffel iluminada.

Con esa imagen grabada en la retina termina un día largo pero sumamente productivo.

Ahora a alimentarnos y descansar que mañana tenemos una cita ineludible con Minnie.

Sacre Coeur y Moulin Rouge - Paris, Francia

En mis días de deportista conocí innumerables pueblitos y ciudades de Francia, pero en Paris estuve sólo unas horas… y conocer la Torre Eiffel no significa conocer Paris.

Por otro lado, siento que conozco muchas cosas de esta ciudad: mi madre fue, es y será una enamorada de Paris. Desde que tengo memoria la escucho describiendo cada uno de sus barrios, monumentos y museos. Supongo que mi orientación de Bachillerato Humanístico también ayuda y las muchas horas dedicadas a la Revolución Francesa y Luis XVI todavía sobreviven en mi mente (a pesar de estar parcialmente sepultadas bajo toneladas de líneas de código y SQL).

Estoy muy entusiasmada de estar aquí y quiero conocerlo todo. Lamentablemente otra de las cosas que dejé olvidadas en el avión a parte del tete de Juli es la “Guía de Francia” así que tengo un insumo menos para preparar los recorridos. Por suerte mi madre antes de partir me entregó una hojita con todo lo que sí o sí tenía que conocer más algunas expresiones básicas en francés. Así que preparo el itinerario con esta ayuda.
Lo primero que hacemos es trasladarnos hacia el barrio de Montmartre para conocer el Sacre Coeur.

Esta iglesia se encuentra en una colina bastante empinada: afortunadamente hay un funicular que te lleva hasta la cima, ya que con el cochecito no es muy práctico ningún ascenso.

Nacho y Pocho van por las escaleras, mientras todas las damas de la excursión subimos motorizadas.

La vista desde arriba es preciosa: por un momento me hace acordar a Ratatouille cuando Remy va hacia la cima del restaurant, sale y se queda alucinado de estar en Paris.

El Sacre Coeur es una especie de Taj Mahal y tiene una particularidad: la piedra caliza con la que está construido se pone cada vez más blanca cuando llueve. No se sabe porqué ocurre esto, pero el resultado es que siempre está inmaculado.

Somos testigos de una sesión fotográfica de “exteriores” de una boda china… estas escalinatas son ideales para este tipo de actividad.
Sagrado Corazón
Techitos
Bajamos y realizamos una pequeña parada para almorzar. Como buenos turistas parisinos terminamos comiendo una baguette sentados al costado de un Carrousel, con todo el encanto que ello implica. Claro está que no nos podemos ir sin que antes Juli dé una vueltita. “De grande” nunca me había subido a una calesita y descubro que no es tan monótono y aburrido como parece desde afuera… es que la carita de felicidad de Juli hace que todo se vea diferente.

Continuamos el recorrido por una peatonal saturada de puestos que venden souvenirs. En lugar de comprar el típico imán de heladera, veo que hay una casa que vende galletitas artesanales al peso. No se habla más, es una parada obligada. Y ahí empezamos a colocar en una canastita todo tipo de delicatessens: de naranja, limón, con chispitas de chocolate, de coco. El precio resultante es directamente proporcional al entusiasmo, así que dejamos 9 euros en harina y manteca. Pero bien gastados, eran riquísimas.

Moulin Rouge
Y así entre bocado y bocado empiezan a aparecer los Sex Shops, claro indicativo de que estamos llegando a destino: el Moulin Rouge.

Otrora este lugar era el centro de reunión de artistas, escritores y todo aquel que viniera buscando diversión, teniendo un aire bohemio y a la vez excéntrico con sus espectáculos de cabaret y can can.

Inmediatamente se me viene a la mente Toulouse-Lautrec (no sé porqué siempre sentí curiosidad por este personaje). Trato de relacionar las pinturas que conocí en su museo de Albi con el lugar en donde me encuentro; el ejercicio mental es bastante difícil de realizar a plena luz del día y solamente viendo el exterior del molino.
El mundo moderno me llama nuevamente… se está llevando a cabo una producción fotográfica para una revista. El modelo masculino parece ser alguna estrella de rock o algo así. Está lleno de adolescentes alrededor y la escena es un tanto bizarra; hace poses sobre un ducto de aire por lo que su larga cabellera se eleva mientras que con 10 grados de temperatura anda exhibiendo su torso al descubierto.

La tentación es demasiado fuerte así que no puedo irme de ese lugar sin hacer la parodia de lo observado: como resultado yo también tengo mi propia sesión de fotografías artísticas.
¡Las modelos no somos idiotas!
Tenemos que continuar el recorrido así que dejamos atrás a los paparazzis y nos tomamos el metro hasta nuestro próximo destino, la estación Charles de Gaulle - Etoile... El Arco del Triunfo nos espera.

lunes, 22 de abril de 2013

Cuadrilátero de la Moda y viaje a Paris - Milán, Italia

El clima sigue sin cooperar... llueve y hace frío. Pero esa no es razón suficiente para retenernos en el hotel, así que a media mañana ya estamos en la calle. En la tarde nos vamos para Paris por lo que no hay tiempo que perder. Nos separamos de los abuelos: hoy es “día libre”.

La primera parada en realidad no es demasiado turística: vamos a la estación de trenes a comprar el boleto del ómnibus hacia Bérgamo, desde donde sale nuestro vuelo. Es que queremos estar tranquilos que vamos a llegar al aeropuerto sin contratiempos. Con los boletos en la mano, ahora sí, nos disponemos a disfrutar nuestros últimos momentos aquí.
Milán es mundialmente conocida por ser la capital de la moda: todos los mejores diseñadores se encuentran en sus calles. Uno de los paseos obligados es por tanto ir a conocer el llamado “Cuadrilátero de la Moda”.

El nombre puede parecer muy fashion pero en definitiva hace referencia a una serie de calles que delimitan una zona donde se reúnen las grandes marcas: Channel, Ermenegildo Zegna, Versace, Armani.
Versace en Milano
¡Déme dos!
Obviamente que es sólo para ir a mirar… para ingresar a una de estas tiendas hay que ser multimillonario. Es que no se me ocurre sino quién puede ser capaz de comprar una cartera de 17.000 euros o un reloj de 27.000.

Lo peor de todo es que mientras nosotros mostramos la hilacha sacándole fotos a las listas de precios con caras horrorizadas, dentro hay gente comprando.
Y durante toda la caminata tengo dos pensamientos dándome vueltas en la cabeza. El primero es que hay algo que está muy mal en el mundo: no puede haber gente que gaste 20.000 dólares en una cartera mientras otra se muere de hambre. Y el segundo es que todo es relativo… seguramente para el multimillonario yo soy pobre, y para alguien pobre yo soy multimillonaria.

Lo que creo firmemente es que aunque tuviera esa plata para “tirarla” de esa manera, no lo haría: es un tema de principios. Como no voy a solucionar el mundo con mi indignación sigo paseando.
Lapicera de 7.700 euros... ¡Una ganga!
Se pone a llover fuerte y es hora de volver al hotel a recoger las valijas. Llegamos totalmente ensopados. Nos acondicionamos un poco y estamos listos para ir hacia el aeropuerto.

Los vuelos low-cost por lo general no salen y llegan desde las principales terminales aéreas así que nos olvidamos de Malpensa y nos dirigimos hacia Bérgamo. Mientras vamos en el ómnibus Milán me despide con el afiche de un recital de Green Day que darán en un mes más en el Fiera Milano. Una lástima no haber podido hacer cuadrar el viaje con la gira europea de Billie, pero no me puedo quejar… estoy yendo hacia Paris.

Llegamos con tiempo y nos disponemos a hacer el check-in, cuando surge un problemilla: el peso máximo permitido por persona es 15 kilos para el equipaje que se despacha y 6 kilos para el bolso de mano.

Esas cifras son un chiste para nosotros y para nuestro pequeño gran campamento itinerante. En un intento desesperado de evitar pagar un disparate de exceso de equipaje logramos que todas las valijas tengan 15 kilos… pero generamos múltiples bolsitos de mano.

Como buenos sudacas pensamos que eso ya no va a ser un problema. Logramos despachar las valijas luego de un cansado “Va bene!” por parte de la funcionaria de la aerolínea, que se negaba ver a Pocho abrir y cerrar el cierre por decimosegunda vez para deshacerse de 150 gramos extras. Pero la cruda realidad nos golpea a metros de abordar el avión ya que hay un segundo control, específico para bolsos de mano. Tenemos que aceptar la derrota y pagar 50 euros por pareja.

Dentro de todo no nos fue tan mal, de no haber bajado las valijas a 15 kilos hubiéramos tenido que pagar 15 euros por cada kilo de exceso, ascendiendo a una suma de 75 euros per cápita.

Viajar en un vuelo low-cost es como ir al Macro: todo lo que no sea estrictamente necesario no existe. Al menos no de forma gratuita: no te dan ni un vaso de agua, te venden absolutamente todo. Algo que nos llamó la atención fue que dentro de la variedad de productos ofrecidos hay hasta una especie de “5 de Oro”. Por suerte el vuelo no es muy largo así que podemos autoabastecernos con los víveres que tenemos en las mochilas.

Juli pasa bastante entretenida ya que como compañera de asiento tenemos a una muchacha que le sigue la corriente en todo. Y así de a poco Italia nos va diciendo “Arrivederci” y Francia “Bienvenue”.

El criterio prevalece, nada de aeropuerto Charles de Gaulle ni Orly, en cambio caemos en una especie de hangar en el medio de la nada que se llama Beauvais Tille. Dado que nadie llega a este lugar con ánimos de quedarse es que hay múltiples ómnibus que te trasladan a Paris.
Beauvais Tille
El viaje es de 1 hora y media, pero tenemos un grave problema… nos olvidamos del tete de Juli en el avión. Unos días atrás se había roto el otro que teníamos así que la mano viene complicada: una bebé con sueño y sin tete puede ser una combinación mortal. Luego de 30 minutos (que parecieron 30 horas) de llanto desconsolado y rabietas, finalmente se duerme para alegría de todo el ómnibus.

Siendo ya medianoche Paris nos recibe con todo su esplendor… a lo lejos ya podemos ver la Torre Eiffel iluminada. El ómnibus nos deja en Porte Maillot así que nos tomamos un par de taxis hacia Boulevard de Grenelle en donde se encuentra nuestro apartamento.

Nos recibe Lúcio, un argentino cincuentón que vive hace 15 años en Francia. Es un alivio poder hablar español con él… a esa hora y con el cansancio que tenemos, tratar de comunicarnos con un francés hubiera sido más complicado.

Nos muestra el lugar… la verdad es que es un apartamento bastante chiquito, con suerte llega a los 20 metros cuadrados (de los cuales una cuarta parte es consumida por nuestro equipaje). A mi realmente no me importa (me adapto a cualquier cosa) pero no sé qué tan en gracia les caiga a los demás convivir 8 días en una cajita de zapatos con 1 solo baño.

La idea es que vamos a ir allí únicamente para dormir, porque el resto del día estaremos paseando, así que me vuelvo a convencer de que es una buena opción. La ubicación es inmejorable: a media cuadra tenemos la estación de metro Bir-Hakeim, 2 supermercados a menos de 1 cuadra, negocios de todo tipo cerca y si caminamos 20 pasos hasta la esquina tenemos vista a la Torre Eiffel que se encuentra a 500 metros. ¿Qué más se puede pedir?

¡Paris nos espera! ¡Qué emocionante! No veo la hora de acostarme y volverme a levantar para dejarme seducir por la ciudad luz.

domingo, 21 de abril de 2013

Leonardo, il Duomo y unas buenas milanesitas - Milán, Italia

La ciudad de la moda nos recibe con lluvia y frío, por lo que desistimos de nuestro paseo al Lago Di Como. Es que no tiene sentido ir hasta allí si el tiempo no acompaña: son puros paisajes y no los vamos a poder apreciar. Así que optamos por el “plan B”… que no tengo idea cuál es, pero seguro no involucra ningún lago.
Milán entra dentro de la lista de ciudades que “conozco” por tanto se supone que estamos salvados. Claro que en épocas de tenista pasaba el día dentro del club y había poco tiempo para turismo, así que recurro a la “Guía de Italia” y el mapa para preparar nuestra jornada.

La primera parada es el Castillo Sforcezco; retrocedemos 600 años y estamos en el Medioevo. Es impresionante de grande: fue residencia del duque de Milán.

A pocas cuadras de allí se encuentra el Cenáculo Vinciano, hogar de la controvertida “Última Cena” de Leonardo.
Castillo Sforcezco

Penúltima Cena
Maquetas Leonardo
Para poder apreciar 15 minutos la pintura hay que sacar entrada con muchísima antelación. Eso si se quiere pagar el precio normal… pagando 5 veces más se pueden conseguir entradas a través de agencias que venden el tour y que tienen más días disponibles. En su momento no conseguí las entradas normales a través de Internet y me rehusaba a formar parte del “sistema de reventa” así que decidí probar suerte in situ.

No tuve éxito. Todas las localidades agotadas para el día. En cambio me ofrecían para el martes, dado que los lunes están cerrados y era domingo. Lamentablemente nuestra estadía en esta ciudad sólo se prolongaría 24 horas más así que no era una alternativa para nosotros.

Para saciar mi necesidad de Leonardo es que vamos al “Museo de la Ciencia y la Tecnología Leonardo Da Vinci”. Allí se exponen una serie de maquetas de los inventos, ideas y proyectos de Da Vinci los cuales quedaron documentados en el famoso Códice Atlántico. Vemos entonces la máquina voladora, puentes transportables, grúas y muchas otras cosas que demuestran que Leonardo era un adelantado para su época.

Para mi asombro veo que hay una “Última Cena” trucha en este museo: en realidad la realizó Giovani Maurodella Rovere y tiene algunas diferencias respecto a la de Da Vinci, pero sirve para conformarme al no haber podido ver la original.

El resto del museo es interesante, es muy amplio y exhibe un montón de experimentos interactivos, los cuales demuestran de manera didáctica principios complicados de física y otras yerbas. El único problema ocurre cuando tengo la brillante idea de bajar una palanca de una central térmica del 1800´s y casi la rompo… ¡por que justo eso no era para tocar! Ni les puedo explicar el rezongo en italiano que me comí por parte del guardia.
Hacemos una parada para almorzar y refugiarnos de la lluvia, y continuamos camino hacia Il Duomo. Esta iglesia es alucinante.

Cuando la conocí a mis 16 años de edad, volví a casa diciendo que me iba a casar allí. Como en ese entonces mis amores platónicos eran Billie Joe y Mulder, no había inconvenientes monetarios como para trasladar a toda la parentela y amigos a Italia para la celebración.

El recuerdo que mantenía más vívido de este lugar eran sus palomas. Es que me había sacado fotos dándoles de comer y con algunas en brazos y cabeza.
Il Duomo
En esa época las cosas funcionaban de manera diferente: las fotos te las sacaba el fotógrafo de la plaza. Luego caminabas unos metros hacia su comercio, le indicabas tu dirección, pagabas y cruzabas los dedos para que llegaran las copias a tu casa. Un par de meses después, cuando ya había perdido todas las esperanzas e incluso me había olvidado del tema, aparecieron en el correo. El episodio fue un acontecimiento familiar: esas fotos habían cruzado el Atlántico.

Nave Principal
Volviendo a los tiempos modernos veo que las palomas siguen siendo la compañía ineludible de Il Duomo.

Esta iglesia gótica es fabulosa en su interior también y no nos cansamos de sacarle fotos.

En realidad está prohibido hacerlo a menos que se paguen 2 euros con ese fin. Es pintoresco ver a un montón de guardias con capas rojas que controlan a los turistas: si ven que alguno saca una foto y no tiene la pulserita naranja que lo acredita a hacerlo directamente lo acompañan hasta la garita a que pague.
Ya en el exterior hacemos un rápido pasaje por las Galerías Vittorio Emanuelle para emprender la retirada al hotel. Es que es todo tan caro que no vale la pena detenerse demasiado más que para conocerlas (arquitectónicamente son bellísimas).

De camino nos cruzamos con el teatro “La Scala”. Revisamos la cartelera, a sabiendas de que no vamos a asistir a ninguna obra y vemos que están dando Macbeth.

Llegando al hotel pasamos por un supermercado para comprar la comida para la cena. El único inconveniente es que en la recepción nos dicen que no podemos utilizar el microondas del desayuno: es un servicio tercerizado y no tienen la llave de la cocina.
Galerías Vittorio Emanuelle

Pequeño gran detalle… ¡toda la comida que tenemos es para calentar! Por suerte el ingenio de Nacho es inagotable y propone utilizar el secador de pelo del baño. Y es así que media hora después estamos cenando unas buenas milanesas calentitas.

¿Qué otra cosa podíamos comer en Milán?