miércoles, 1 de mayo de 2013

Cruzando el charco – Buenos Aires, Argentina

Hay una cosa que tengo muy clara en la vida y es la siguiente: si uno quiere algo tiene que luchar para conseguirlo. Y parece que llegar a Montevideo no es la excepción a la regla.

Llegamos a Ezeiza y una funcionaria de Aerolíneas nos intercepta en el camino diciendo que hubo cambio de máquina, que le entreguemos los boarding-passes ya que los que tenemos en nuestro poder no sirven más.

En esos momentos luego de un vuelo de 14 horas, uno no cuestiona mucho, ya que está más preocupado de volver a sentir las piernas y estirarse, así que se los entregamos. La mujer muy tranquilamente los rompe ante nuestros ojos y nos entrega los nuevos.

Pero… ¡me quiero morir cuando veo que la hora de partida es a las 5 de la tarde! Son las 8 y media de la mañana… no podemos perder todo el día, estando tan cerca de casa.

Automáticamente nos empezamos a quejar, no entendemos el porqué del cambio: nuestro vuelo sale de Aeroparque a las 10:50.

Un matrimonio uruguayo se une a nuestra causa, pero vemos que no vamos a lograr nada… tenemos que llegar a Aeroparque lo más rápido posible y ganar la batalla allí.

Así que una vez más… a correr. Todos los minutos cuentan.
Buenos Aires - Montevideo

En la cola de Migraciones tenemos preferencia por ir con Juli, así que salteamos a varias personas. Mientras los demás recogen las valijas yo voy hacia las máquinas de rayos donde controlan el equipaje y les pido si podemos utilizar la que se destina sólo para la tripulación del avión, la cual está vacía y me lo autorizan.

Por tanto estamos fuera en 15 minutos en vez de en media hora o más, que es lo que nos hubiera tomado el procedimiento normal.

La aerolínea nos había pago el transporte desde Ezeiza a Aeroparque, y allí residía el problema: obviamente que nos habían contratado el más barato y más lento (demoraba 1 hora y media entre aeropuertos) por lo que de esta manera nunca íbamos a llegar en hora y por eso el cambio de vuelo.

Como no tenemos intenciones de quedarnos hasta la tarde en Argentina, decidimos tomarnos un par de remises. He realizado este trayecto en otras oportunidades, y dado que es 1ero. de Mayo y son las 9 de la mañana no creo que demoremos más de 40 minutos en llegar.

Al momento de abonar nos damos cuenta que sólo tenemos euros: originalmente nuestro vuelo salía directo desde Ezeiza y en Roma nos informaron del cambio. Pero Sonia increíblemente había llevado pesos argentinos. Me pregunto por qué, si sólo íbamos a estar de pasada en Argentina. Lo cierto es que al tener la plata en la mano ahorramos tiempo… pagamos y salimos.

Mientras vamos yendo sólo espero que el vuelo no esté lleno, porque en realidad no tenemos más nuestros boarding-passes, así que en la práctica no tenemos asientos.

Llegamos a Aeroparque faltando sólo 15 minutos para que cierren el vuelo… no hay problemas con los asientos, hay lugar: una vez más todo salió bien.

¡Espacio Aéreo Uruguayo!
Realmente estoy muy cansada... las últimas 24 horas han sido moviditas. Pero todo el cansancio se desvanece cuando anuncian que estamos prontos para aterrizar en Carrasco.

No veo la hora de salir y encontrarme con mi padre que nos espera. Pero sobre todas las cosas no veo la hora de que él vea a Juli.

Estoy feliz de volver. No era un viaje fácil y tenía mucho miedo… me sentía responsable de muchas cosas. Era un desafío viajar con Juli, y creo que lo superamos con éxito: hicimos todo lo que nos habíamos propuesto, disfrutando cada día al máximo.

Salimos y allí está Tata Antonio emocionado de volver a vernos. Tía Jime está en camino al aeropuerto para llevar a los abuelos: todos no entramos en un auto. En la tarde luego de un pequeño descanso nos esperan Yaya Susy, Yaya Beba, Pablis, Ceci y Rodri para escuchar cuentos y comer algo rico.

Y así, muy despacio (a ritmo de feriado) aquel Montevideo lejano se va convirtiendo en realidad.

Volver al hogar... cuando viajaba tenía conmigo un recorte de una revista que decía “Hogar… TÚ lugar en el mundo”. En él encontraba la fuerza necesaria para seguir adelante, porque no importaba qué ocurriera, sabía que me estarían esperando con un bizcochuelo relleno de dulce de leche.

¡Qué lindo es volver al pago!… entre risas, besos y abrazos.

- Fin -

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