sábado, 27 de abril de 2013

Museo del Louvre - Paris, Francia

Hoy es un día de clásicos… el objetivo es conocer el Louvre, Notre Dame y el museo D´Orsay.
Es un itinerario bastante ambicioso pero tenemos metas claras: 3 horas para el Louvre, almuerzo, luego 1 hora para Notre Dame y lo que reste para D´Orsay.

Así que 15 minutos antes de que el Louvre abra sus puertas ya estamos allí, sacándonos fotos con la pirámide invertida.

Ni bien nos dan acceso tomamos un mapa cada uno, alquilamos las audioguías (una especie de control remoto estilo Nintendo) y salimos disparados por los pasillos para conocerla a ella: La Monalisa.
Pirámide Invertida
Monalisa
Es el ícono indiscutible de este museo. Ya me habían advertido que no era un cuadro muy grande, pero igual me sorprendo al observar que es de bolsillo.

Que sea de dimensiones pequeñas no significa que sea menos cautivadora… realmente tiene algo que te atrapa.

No sé si será su enigmática sonrisa o si sólo el hecho de saber que es de Leonardo ya hace que la mires de otra manera.
En la misma sala se encuentra “Las Bodas de Caná” de Paolo Veronese. Este lienzo es enorme… es el más grande de todo el museo y mide 10 metros de ancho por 7 de alto.

A pocos pasos de allí vemos “La Coronación de Napoleón” de Jacques-Louis David. Tengo que decir que me enamoré de esta obra: se puede observar a Napoleón coronando a su esposa Josefina.

Parece ser que la ceremonia no contaba con la bendición de la madre de Bonaparte, pero Napoleón nos muestra lo que él quiere que veamos: le pidió al pintor que retrate a su madre en una posición central y con expresión aprobadora, a pesar de que en los hechos la madre no asistió a la coronación.

David pensaba que estaba pintando el lienzo más grande de todos, pero finalmente perdió por pocos centímetros con “Las Bodas de Caná”. No tengo idea de cómo hacían para hacer algo tan grande y tan perfecto.
Bodas de Caná y Coronación de Napoleón
Victoria de Samotracia
Seguimos avanzando y vemos cómo se alza magnífica entre la gente “La Victoria de Samotracia”. A mi madre le encanta esta escultura así que la retrato desde varios ángulos.

Por un momento me pierdo en mis pensamientos ya que al verla se dispara mi mecanismo de asociación mental: me traslado hacia la fachada del Castillo Pittamiglio donde hay una réplica de la Victoria alada… pienso en escaleras que no conducen a ningún sitio, y finalmente veo al alquimista de la Rambla Wilson con su capa y me pregunto si habrá logrado la inmortalidad.
Vuelvo al Louvre de golpe… perdimos a Pocho. En primera instancia pienso que no hay problema, cada uno tiene un mapa y un simple mensaje de texto al celular solucionaría el tema. Pero todos esos implementos salvadores están en su mochila que en este momento tiene Sonia: estamos incomunicados. Lo peor de todo es que como no hace mucho que llegamos, aún no establecimos claramente el horario de partida ni un punto de encuentro.

Estamos preocupados porque cada vez va llegando más gente y van disminuyendo nuestras probabilidades de encontrarlo. Hacemos un operativo comando: Juli y Yaya Sonia se quedan con órdenes expresas de no moverse de al lado de la “Victoria”, y con Nacho nos asignamos cada uno un sector para barrer, teniendo que regresar en 5 minutos a encontrarnos todos nuevamente.

Voy caminando rápido y por momentos trotando, mientras se mezclan rostros de todas nacionalidades con retratos y esculturas. Pasan hordas de chinos, o como dice “La Catalina”: gente que “no son chinos pero son chinos igual”… pero no hay señales de Pocho.

Le pregunto a un guardia si hay manera de llamarlo por los parlantes, pero me dice que el procedimiento cuando alguien se pierde es encontrarse en la pirámide invertida.

Ahora ya voy corriendo por los pasillos y con el pulso acelerado parezco Sauniere huyendo de Silas en “El Código Da Vinci”.

Se cumple el tiempo… vuelvo deseando que Nacho haya tenido mayor suerte, pero veo que tampoco lo encontró. Decidimos seguir adelante y ver qué pasa: no nos quedan muchas otras opciones.

Nos internamos en la cultura egipcia y estoy de parabienes: entre papiros y jeroglíficos soy feliz.

Y esta felicidad se multiplica cuando allá a lo lejos, entre la gente distingo a Pocho, filmando y sacando fotos muy tranquilamente. Es que él nunca se sintió perdido. Ahora sí, con el 100% de los integrantes, continuamos el recorrido con pena de muerte al que se separe sin avisar.

Nos maravillamos con la “Tríada de Osarkón”, con el “Escriba sentado”, con la colección de sarcófagos y tantas otras cosas.

Nos detenemos especialmente para observar una momia que está en exposición… paradójicamente en Egipto no ví ninguna, y la única que conocía era la de la sacerdotisa Eso Eris del MUHAR en la IMM.
Tríada de Osarkón, Escriba Sentado, y algún Faraón sentado también
Bajo la Pirámide
Es impresionante cómo se pasa el tiempo aquí dentro: 3 horas para recorrer no le hacen ni cosquillas a este lugar.

Dejamos a Pocho y Sonia con Juli en la cafetería y vamos a los apartamentos Napoleónicos.

En realidad Napoleón nunca vivió aquí según la explicación del audioguía, lo que le quita un poco de encanto al recorrido y al rato ya estamos volviendo.
No nos podemos ir del Louvre sin retratarnos con la Pirámide de Cristal.

Esta foto se puede hacer de la forma tradicional, o de la manera artística. Es divertido ver a turistas de todos lados realizando poses raras para valerse de la perspectiva y hacer como que tocan la punta de la pirámide con el dedo.

Hay una serie de cubos donde uno se puede subir a hacer estas piruetas para que la foto salga mejor. Nosotros no somos la excepción, así que también nos subimos y hacemos alguna macacada.
¡Haciendo cosas de turistas!

Y así de a poquito, va quedando el Louvre a nuestras espaldas y ya pensamos en vitrales redondos... es hora de dirigirnos hacia Notre Dame.

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