En mis días de deportista conocí innumerables pueblitos y ciudades de Francia, pero en Paris estuve sólo unas horas… y conocer la Torre Eiffel no significa conocer Paris. Por otro lado, siento que conozco muchas cosas de esta ciudad: mi madre fue, es y será una enamorada de Paris. Desde que tengo memoria la escucho describiendo cada uno de sus barrios, monumentos y museos. Supongo que mi orientación de Bachillerato Humanístico también ayuda y las muchas horas dedicadas a la Revolución Francesa y Luis XVI todavía sobreviven en mi mente (a pesar de estar parcialmente sepultadas bajo toneladas de líneas de código y SQL). Estoy muy entusiasmada de estar aquí y quiero conocerlo todo. Lamentablemente otra de las cosas que dejé olvidadas en el avión a parte del tete de Juli es la “Guía de Francia” así que tengo un insumo menos para preparar los recorridos. Por suerte mi madre antes de partir me entregó una hojita con todo lo que sí o sí tenía que conocer más algunas expresiones básicas en francés. Así que preparo el itinerario con esta ayuda. |
Bajamos y realizamos una pequeña parada para almorzar. Como buenos turistas parisinos terminamos comiendo una baguette sentados al costado de un Carrousel, con todo el encanto que ello implica. Claro está que no nos podemos ir sin que antes Juli dé una vueltita. “De grande” nunca me había subido a una calesita y descubro que no es tan monótono y aburrido como parece desde afuera… es que la carita de felicidad de Juli hace que todo se vea diferente. Continuamos el recorrido por una peatonal saturada de puestos que venden souvenirs. En lugar de comprar el típico imán de heladera, veo que hay una casa que vende galletitas artesanales al peso. No se habla más, es una parada obligada. Y ahí empezamos a colocar en una canastita todo tipo de delicatessens: de naranja, limón, con chispitas de chocolate, de coco. El precio resultante es directamente proporcional al entusiasmo, así que dejamos 9 euros en harina y manteca. Pero bien gastados, eran riquísimas. |
| Y así entre bocado y bocado empiezan a aparecer los Sex Shops, claro indicativo de que estamos llegando a destino: el Moulin Rouge. Otrora este lugar era el centro de reunión de artistas, escritores y todo aquel que viniera buscando diversión, teniendo un aire bohemio y a la vez excéntrico con sus espectáculos de cabaret y can can. Inmediatamente se me viene a la mente Toulouse-Lautrec (no sé porqué siempre sentí curiosidad por este personaje). Trato de relacionar las pinturas que conocí en su museo de Albi con el lugar en donde me encuentro; el ejercicio mental es bastante difícil de realizar a plena luz del día y solamente viendo el exterior del molino. |
El mundo moderno me llama nuevamente… se está llevando a cabo una producción fotográfica para una revista. El modelo masculino parece ser alguna estrella de rock o algo así. Está lleno de adolescentes alrededor y la escena es un tanto bizarra; hace poses sobre un ducto de aire por lo que su larga cabellera se eleva mientras que con 10 grados de temperatura anda exhibiendo su torso al descubierto. La tentación es demasiado fuerte así que no puedo irme de ese lugar sin hacer la parodia de lo observado: como resultado yo también tengo mi propia sesión de fotografías artísticas. |
|
Tenemos que continuar el recorrido así que dejamos atrás a los paparazzis y nos tomamos el metro hasta nuestro próximo destino, la estación Charles de Gaulle - Etoile... El Arco del Triunfo nos espera. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario