domingo, 21 de abril de 2013

Leonardo, il Duomo y unas buenas milanesitas - Milán, Italia

La ciudad de la moda nos recibe con lluvia y frío, por lo que desistimos de nuestro paseo al Lago Di Como. Es que no tiene sentido ir hasta allí si el tiempo no acompaña: son puros paisajes y no los vamos a poder apreciar. Así que optamos por el “plan B”… que no tengo idea cuál es, pero seguro no involucra ningún lago.
Milán entra dentro de la lista de ciudades que “conozco” por tanto se supone que estamos salvados. Claro que en épocas de tenista pasaba el día dentro del club y había poco tiempo para turismo, así que recurro a la “Guía de Italia” y el mapa para preparar nuestra jornada.

La primera parada es el Castillo Sforcezco; retrocedemos 600 años y estamos en el Medioevo. Es impresionante de grande: fue residencia del duque de Milán.

A pocas cuadras de allí se encuentra el Cenáculo Vinciano, hogar de la controvertida “Última Cena” de Leonardo.
Castillo Sforcezco

Penúltima Cena
Maquetas Leonardo
Para poder apreciar 15 minutos la pintura hay que sacar entrada con muchísima antelación. Eso si se quiere pagar el precio normal… pagando 5 veces más se pueden conseguir entradas a través de agencias que venden el tour y que tienen más días disponibles. En su momento no conseguí las entradas normales a través de Internet y me rehusaba a formar parte del “sistema de reventa” así que decidí probar suerte in situ.

No tuve éxito. Todas las localidades agotadas para el día. En cambio me ofrecían para el martes, dado que los lunes están cerrados y era domingo. Lamentablemente nuestra estadía en esta ciudad sólo se prolongaría 24 horas más así que no era una alternativa para nosotros.

Para saciar mi necesidad de Leonardo es que vamos al “Museo de la Ciencia y la Tecnología Leonardo Da Vinci”. Allí se exponen una serie de maquetas de los inventos, ideas y proyectos de Da Vinci los cuales quedaron documentados en el famoso Códice Atlántico. Vemos entonces la máquina voladora, puentes transportables, grúas y muchas otras cosas que demuestran que Leonardo era un adelantado para su época.

Para mi asombro veo que hay una “Última Cena” trucha en este museo: en realidad la realizó Giovani Maurodella Rovere y tiene algunas diferencias respecto a la de Da Vinci, pero sirve para conformarme al no haber podido ver la original.

El resto del museo es interesante, es muy amplio y exhibe un montón de experimentos interactivos, los cuales demuestran de manera didáctica principios complicados de física y otras yerbas. El único problema ocurre cuando tengo la brillante idea de bajar una palanca de una central térmica del 1800´s y casi la rompo… ¡por que justo eso no era para tocar! Ni les puedo explicar el rezongo en italiano que me comí por parte del guardia.
Hacemos una parada para almorzar y refugiarnos de la lluvia, y continuamos camino hacia Il Duomo. Esta iglesia es alucinante.

Cuando la conocí a mis 16 años de edad, volví a casa diciendo que me iba a casar allí. Como en ese entonces mis amores platónicos eran Billie Joe y Mulder, no había inconvenientes monetarios como para trasladar a toda la parentela y amigos a Italia para la celebración.

El recuerdo que mantenía más vívido de este lugar eran sus palomas. Es que me había sacado fotos dándoles de comer y con algunas en brazos y cabeza.
Il Duomo
En esa época las cosas funcionaban de manera diferente: las fotos te las sacaba el fotógrafo de la plaza. Luego caminabas unos metros hacia su comercio, le indicabas tu dirección, pagabas y cruzabas los dedos para que llegaran las copias a tu casa. Un par de meses después, cuando ya había perdido todas las esperanzas e incluso me había olvidado del tema, aparecieron en el correo. El episodio fue un acontecimiento familiar: esas fotos habían cruzado el Atlántico.

Nave Principal
Volviendo a los tiempos modernos veo que las palomas siguen siendo la compañía ineludible de Il Duomo.

Esta iglesia gótica es fabulosa en su interior también y no nos cansamos de sacarle fotos.

En realidad está prohibido hacerlo a menos que se paguen 2 euros con ese fin. Es pintoresco ver a un montón de guardias con capas rojas que controlan a los turistas: si ven que alguno saca una foto y no tiene la pulserita naranja que lo acredita a hacerlo directamente lo acompañan hasta la garita a que pague.
Ya en el exterior hacemos un rápido pasaje por las Galerías Vittorio Emanuelle para emprender la retirada al hotel. Es que es todo tan caro que no vale la pena detenerse demasiado más que para conocerlas (arquitectónicamente son bellísimas).

De camino nos cruzamos con el teatro “La Scala”. Revisamos la cartelera, a sabiendas de que no vamos a asistir a ninguna obra y vemos que están dando Macbeth.

Llegando al hotel pasamos por un supermercado para comprar la comida para la cena. El único inconveniente es que en la recepción nos dicen que no podemos utilizar el microondas del desayuno: es un servicio tercerizado y no tienen la llave de la cocina.
Galerías Vittorio Emanuelle

Pequeño gran detalle… ¡toda la comida que tenemos es para calentar! Por suerte el ingenio de Nacho es inagotable y propone utilizar el secador de pelo del baño. Y es así que media hora después estamos cenando unas buenas milanesas calentitas.

¿Qué otra cosa podíamos comer en Milán?

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