Cuando uno dice “Venecia”, automáticamente piensa en canales y góndolas… pero también existe una Venecia continental de la que poco sabemos. Es allí donde se encuentra nuestro hotel, en Venecia-Mestre. Para ir de una a otra nos tomamos un ómnibus que para en la esquina, así que en menos de media hora ya estamos prontos para cantar “Oh sole mio!”. |
Si anteriormente era la guía del grupo y tenía la responsabilidad de saber nuestros siguientes pasos (aunque nunca hubiera estado en esas ciudades), ahora no tenía excusas ya que “conocía” Venecia. Antes de comenzar compro un mapa detallado y les advierto a todos que una de las principales atracciones del lugar es perderse entre sus recovecos, y que es altamente probable que eso ocurra, por lo que debemos mantenernos juntos. |
Cuando uno tiene 16 años y está aquí con un grupo de amigos hay cosas que pasa por alto, o simplemente no representan un problema: Venecia tiene 144 puentes. Pero cuando uno va con una bebé en el cochecito cada uno de estos puentes se transforma en un obstáculo a sortear. Así que caminamos unos metros y decimos el clásico “¡A la una, a las dos y a las tres!” mientras levantamos con Nacho el Julimóvil uno de cada lado, repitiendo el procedimiento cada 200 metros. Luego de la primer media hora es tal el timing adquirido que ya ni es necesario hablarnos, lo hacemos mecánicamente como si fuera la manera natural de transladarse. |
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| Al principio trato de seguir el mapa: un laberíntico dibujo que conspira minuto a minuto con mi idea de llegar a algún lugar. Pero luego recuerdo que aquí no es la manera en que funcionan las cosas… simplemente hay que seguir los carteles que salpicados por la ciudad van señalando 2 posibles destinos: “Per Rialto” y “Per S. Marco”. Si bien el camino está bastante señalizado hay momentos en que nos quedan dudas de si vamos avanzando correctamente. A veces el cartel indica que se debe doblar pero se abren 2 o 3 callecitas en esa dirección, y solo sabemos que no estamos perdidos al encontrarnos unas cuadras más adelante con un nuevo cartel. A medida que avanzamos vemos canales con góndolas “estacionadas”, casitas viejas con marcas de humedad, comercios exhibiendo las típicas máscaras venecianas y algún gondolero pronto para encarar la jornada, vestido en su inconfundible atuendo de remerita a rayas y sombrero con cinta. |
Llegamos al Puente del Rialto, postal obligada de Venecia y compramos algunos souvenirs ya que sobre el puente pululan los negocios de este tipo. Nos sacamos fotos con el Gran Canal de fondo y seguimos hacia San Marco. Luego de una hora de caminata en total ya estamos allí. El recuerdo que tenía de esta plaza era idéntico a lo que ven mis ojos: es que 16 años no son nada para una ciudad con tanta historia. |
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| Recorremos la plaza disfrutando de la Basílica de San Marco como fondo y decidimos hacer la visita al Palacio Ducal. Pocho y Sonia en cambio quieren seguir paseando, por tanto quedamos de encontrarnos en el Rialto en unas horas. El palacio es fabuloso: fue residencia de los dux (magistrado supremo de Venecia), sede del gobierno y de la corte de justicia y prisión de la República de Venecia. |
A medida que recorremos sus salas no paramos de asombrarnos: cada una es más grande y más decorada que la anterior. Pero la que nos deja literalmente boquiabiertos es la Sala del Maggior Consiglio con sus 53 metros de largo por 25 de ancho, hogar del mayor lienzo del mundo: “El Paraíso” de Tintoretto. La mayoría de estas salas esconden historias de complots y tramas de película. Son testigo de ello las puertas secretas y un buzón donde uno podía dejar una carta denunciando a otra persona de realizar prácticas ilegales. Recorremos la armería y por último cruzamos el mítico “Puente de los Suspiros”. Este puente comunica el palacio con sus calabozos y lleva ese nombre dado que los hombres que lo cruzaban suspiraban al ver por última vez la laguna y tener que despedirse de su libertad. Caminar por estos pasadizos llenos de celdas sin ventanas es sumamente conmovedor. Uno se puede hacer fácilmente la idea del calvario por el que atravesaban las personas que terminaban aquí. Parece irreal que hace tan solo unos minutos y a no muchos metros de allí estuviéramos contemplando tanta belleza y ostentación, cuando ahora lo único que respiramos es desolación. Incluso se conservan los grafittis de los presos en las paredes: el rostro de la mujer amada, la plaza de San Marco que ya nunca volverían a ver y hasta unos genitales masculinos (parece que no importa el período de la historia en el que nos encontremos los hombres se empecinan en hacer este dibujo una y otra vez). |
Juli está bastante fastidiosa... parece que su naturaleza de bebé no está en sintonía con los calabozos (no me imagino porqué), así que damos por concluido el paseo. Nos dirigimos al Rialto, pero no hay señales de los abuelos. Nos mensajeamos y vemos que hubo un malentendido por lo que ellos se toman el vaporetto directo desde San Marco y nos encontramos en la estación de trenes de Venecia para luego tomar el ómnibus que nos devuelva al continente. |
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Un rato después ya estamos en el hotel así que compramos algunas provisiones en el supermercadito de enfrente y recogemos las valijas. Otra vez nos tomamos el ómnibus pero esta vez nos bajamos en la estación de trenes de Venecia-Mestre para emprender viaje hacia Milán. Nunca pensé que volvería a Venecia... y estoy más que satisfecha de haberlo hecho. Sigue siendo una ciudad misteriosa y distinta a todas las demás que conozco. Tal vez el haber regresado con unos años más encima me dieron una perspectiva totalmente diferente; me divertí mucho recorriendo canales y puentes cual si estuviera tras las andanzas de Casanova. |
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