miércoles, 17 de abril de 2013

Arribo a Florencia - Florencia, Italia

Florencia nos recibe de tardecita, y tengo la sensación de que volvemos a foja cero… es que en Roma ya teníamos todo controlado y ahora hay que volver a empezar.

Pero esto es lo que hace que los viajes sean enriquecedores: siempre hay que enfrentarse a situaciones nuevas y reaccionar de alguna manera a ellas. Las veces que se reaccione de forma acertada posiblemente pasen desapercibidas y las que se reaccione de manera errónea seguramente terminen en anécdota y sean dignas de ser contadas luego. Tal es el caso de nuestra búsqueda del hotel.
Mirando el mapa el hotel se encuentra a 800 metros de la estación de trenes, por lo que decidimos ir caminando. Rápidamente nos topamos con nuestro primer desafío: las calles son tan pero tan angostas que la mayoría no tienen vereda y vamos acarreando todo el equipaje por el medio de la calle entre autos, camiones, motos y transeúntes.

Ni que hablar que llevo a Juli en el cochecito así que todo el asunto se transforma en una especie de “X-treme Game”. Dadas las circunstancias no estoy en mi mejor momento para seguir GPS o mapas y me las arreglo para tomar lo que sería la antítesis de un atajo.
¿Y las veredas? ¿Y Candela?
Una de las cosas que he aprendido con los años es que la gente no sabe lidiar con un líder confundido y lo único que esto genera es más confusión. Es así que me mantengo en una pieza y sigo conduciéndolos cual si supiera a dónde vamos mientras intento corregir el curso. Evidentemente los 800 metros iniciales se transforman rápidamente en 2 kilómetros y medio, pero ahora al menos realmente estamos caminando hacia el hotel.

Faltando menos de 500 metros Sonia hace huelga y se sienta a descansar en un banquito. Ya es de noche y hay una luna espectacular. Luego de unos minutos reanudamos la caminata y faltando una cuadra para llegar le digo que todavía faltan 5 cuadras más, pero enseguida la tranquilizo señalándole el cartel del hotel que ya se divisa a lo lejos.

El nombre de nuestro hogar en Florencia es “Crocini”, pero mientras voy avanzando sólo logro leer “Croci” por lo que se me viene el mundo abajo sólo de pensar que ese no es nuestro destino. Por suerte no es más que un tema de perspectiva y faltando unos metros vemos el nombre en todo su esplendor: “Hotel Crocini”.

Desayuno del Hotel
Avanzamos unos metros más y un segundo cartel baja rápidamente de categoría a nuestro hospedaje… “Albergo Crocini”… en fin, mientras haya un colchón para dormir y un baño decente cumple con todos los requisitos para mí.

Hacemos el check-in y comprobamos que nuestro hotel, albergue, pensión o como quiera llamarse tiene todo lo que necesitamos: es limpio, tiene baños a nuevo y un desayuno más que satisfactorio.
Pero lo que realmente es el alma de este hotel es su ascensor: antiguo y con un estilo único. Tiene una puerta de madera dividida en 2 que se abre hacia adentro, cual si fuera una de esas cantinas del lejano oeste.

También tiene la típica puerta reja, pero la verdadera joyita es su asiento: una butaca de terciopelo que se puede abrir o mantener cerrada en caso de que se precise más espacio.
¡Ascensor con banquito!
Luego de instalarnos procuramos alimento en una pizzería cercana y nos disponemos a descansar… necesitamos recargar las pilas para otro día de aventuras: Florencia nos espera.

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