lunes, 15 de abril de 2013

Desafiando a la Ley en Piazza Navona - Roma, Italia

Dado que las catacumbas ya están cerradas, decidimos bajar la comida realizando una caminata hasta el Castel Saint’Angelo. No tenemos suerte, éste tampoco está abierto así que continuamos hacia Piazza Navona por un helado. Y en este lugar ocurre algo increíble: casi voy presa por culpa de una cartera Louis Vuitton trucha.

Al llegar a la plaza vemos que está lleno de vendedores ambulantes (de procedencia presumiblemente africana) que ofrecen todo tipo de carteras. Antes de irme de viaje mi madre me había encargado una, por lo que en cada oportunidad que se me presentaba sacaba a relucir mis dotes de regateadora (aprendidos en tierras de Tutankamón y consolidados en tierras de Mao) para quedarme con el botín.

La cartera que me ofrecían a 50 euros rápidamente la bajaba a 10 con la esperanza de que quedara en 15: ese era mi objetivo. Dependiendo el producto podía considerar que me la subieran a 20, pero a sabiendas que me estaban robando. Así que ante mis ojos desfilaban las mejores marcas: Chanel, Prada, Louis Vuitton, todas obviamente no originales.

Luego de varias idas y vueltas finalmente salgo ganando y obtengo mi cartera por 15 euros. Pero mi momento de gloria no duraría demasiado: una mujer policía se me acerca a los gritos diciéndome que tengo que pagar una multa de 200 euros por no comprar en negocios establecidos.
Castel Saint´Angelo
Piazza Navona

Automáticamente me escudo en mi condición de turista y le respondo que si quiere controlar la venta ilegal comience con los vendedores que están por toda la plaza. Haciéndole honor a sus raíces la tana me sigue gritando y me empieza a increpar acercándose a menos de un metro de distancia. A esa altura yo ya había perdido un poco la objetividad (saliéndome la Guillenea etarra de adentro) y cada vez que me decía de la multa yo le respondía: “¿Lo qué? ¿Y quién dice que tengo que pagar eso?”, a lo que ella respondía… “Io chi sono la polizia” (Yo que soy la policía).

Fontana del Nettuno
Incrédula miraba alrededor, como si esperara que me dijeran que era una broma para Tinelli… es que aquello no tenía sentido; los propios vendedores ambulantes se reían haciéndome gestos de que la mujer estaba loca. Así que comencé a escabullirme entre la gente mientras la señora seguía hablando sola.

Nunca sabré si realmente estuve cerca de ir tras las rejas por desacato o si todo aquello era un circo armado para aprovecharse de algún turista vulnerable. Por suerte no pasó a mayores y un rato más tarde estaba disfrutando de mi helado en un banquito, mientras el diseñador de Chanel, Karl Lagerfeld hacía aparición en la plaza generando conmoción entre la gente.

Volvemos a casa agotados, pero con la sensación de haber disfrutado al máximo del día. Luego de descansar un poco y tomar la cena ya estoy pronta, Ipad en mano, para planificar nuestro siguiente destino: Pompeya.

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