Me causa gracia la forma de hablar que tiene: cada 4 o 5 palabras intercala un “Alhooooraaaaaa…” y me da la sensación de que se toma la vida con calma. Al preguntarle si hay algún medio de transporte que nos acerque al centro nos dice: “Consejo de florentino… vayan caminando”.
| Nos va contando la historia de esta sensacional iglesia, la cual tiene como principal atracción su cúpula. Al principio en el lugar donde hoy se encuentra ésta, no había nada… es que nadie sabía cómo construir una cúpula de semejantes dimensiones (tiene 100 metros de altura y 45 de diámetro). Es por ello que se llamó a un concurso el cual ganó Brunelleschi. A pesar del resultado, quedó encargado de llevar a cabo la obra junto a Lorenzo Ghiberti. Parece que no tenían muy buena relación entre ellos: unos años antes Brunelleschi se había postulado para la realización de las puertas del Baptisterio (“Las puertas del Paraíso”) y perdió ante Ghiberti. Ofendido dejó la ciudad para radicarse en Roma y buscar una solución para la edificación de la cúpula, inspirándose en la del Panteón de Agripa. |
Tras 9 años regresó pronto para afrontar el desafío. Pero si bien el diseño y la idea de cómo construirla eran de él, Ghiberti era el encargado y se iba a llevar todo el crédito. Es así que finge estar enfermo, para que su enemigo se vea en la obligación de reconocer que no tiene idea de cómo construirla. Luego de esta jugada estratégica, Brunelleschi quedaría posicionado como autor de la obra y finalizaría su construcción 16 años después, en el año 1436. |
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| Seguimos observando el interior de la iglesia, que a pesar de lo que uno puede pensar dado su exterior tan trabajado, es sumamente austero. Esto no es casual, sino que es el mensaje que se quiso transmitir en su momento: Florencia es una ciudad rica, saben cómo ser sofisticados y opulentos, pero en el interior los florentinos no deben olvidar ser humildes y buenos cristianos. Vemos otro de los puntos de interés: el reloj de 24 horas de Paolo Uccello. Cuenta con una sola aguja que recorre las 24 horas del día en una sola vuelta, la cual gira en sentido inverso al convencional. |
Y en este punto ocurre una de esas cosas increíbles que sólo te pasan viajando… me cuenta que su papá trabajó en la construcción de la Villa Olímpica donde me hospedé. ¿Cuáles son las probabilidades de que esto ocurra? Seguramente muy bajas pero evidentemente no imposibles. Le pido entonces que le cuente a su padre que la Villa tenía todo lo que podía llegar a necesitar un deportista y aún más, siendo mi alojamiento allí una de las experiencias más alucinantes de mi vida.
Por un momento me retrotraigo en el tiempo y pienso en una pequeña Anna, de unos 8 años yendo a recibir a su papá con un abrazo luego de un arduo día de trabajo. Cómo su realidad estuvo tan ligada a la mía en un momento determinado de nuestras vidas hace que me estremezca; y más aún cuando pienso que por segunda vez estamos compartiendo una historia.
Nos despedimos de nuestra guía y de Santa María del Fiore, no sin antes retratarnos junto a las puertas del Baptisterio. Al conocer ahora un poco más de su concepción miro todo aquello con nuevos ojos. Si bien Ghiberti no era de mi agrado (había tomado partido por Brunelleschi en la historia de la cúpula) tengo que reconocer que luego de ver su trabajo sube unos cuantos peldaños en mi ranking: las puertas son magníficas. |
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