viernes, 19 de abril de 2013

Galleria degli Uffizi y un buen gelato - Florencia, Italia

Dormimos un poco más de la cuenta y logramos abrir los ojos a las 9 y media de la mañana. El cansancio acumulado se hace sentir, pero tenemos la tranquilidad de que el ingreso a la Galleria degli Uffizi es a las 11:45 según nuestra reserva. Este paseo lo vamos a hacer sin abuelos; ellos ya tienen planes de recorrer la otra ribera del río. Por tanto nos reencontraremos en la tarde para emprender viaje hace Venecia.

La galería fue construida por Giorgio Vasari en el año 1560 a pedido de Cosmo I de Médici y alberga una de las mayores colecciones de arte del mundo. Originalmente fue sede de las magistraturas florentinas de allí el nombre de “Galería de los Oficios”.
Las visitas culturales al mediodía con una bebé, son por definición complicadas. Y esta no es la excepción. Le damos un almuerzo previo a la entrada (para al menos contar con una pequeña ventaja), pero Juli no tarda en aburrirse de ver tantos cuadros y esculturas, y se pone inquieta.

Como podemos vamos escuchando el audioguía… la técnica es que mientras uno está con Juli el otro hace “vida normal” y luego intercambiamos roles. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero dentro de todo vamos bastante bien.
Entrada a la Galería degli Uffizi
Vista desde la terraza de la Galería
Es imposible registrar todo lo que vemos, una cantidad de obras innumerable desfilan ante nuestros ojos. Si tengo que quedarme con alguna elegiría “El nacimiento de Venus” de Botticelli o “Tondo Doni” (La sagrada familia) de Miguel Ángel. Pero hay muchas otras que no conozco y son divinas también.

Luego de un par de horas de recorrido almorzamos en la terraza de la galería con vista a Il Duomo y el Campanario. Juli rendida, finalmente duerme una siesta por lo que es un momento de descanso para todos.
Nos quedan un par de atracciones más por conocer de Florencia. La primera es “El David” de Miguel Ángel, pero nuestra entrada tiene un horario muy tardío que pondría en peligro el viaje a Venecia, por lo que optamos por conformarnos con el de la explanada municipal.
Y la segunda y última es conocer la “mejor heladería de toda Florencia”, que se encuentra en el Bar Vívoli. Esta última parada no la podemos perder, y allí estamos degustando un poco de gelato antes de volver al hotel.

Que es rico no hay duda, pero igual la mejor heladería del mundo para mí sigue siendo “El Arlequino” en Punta del Este. A parte, entrar a una heladería y no poder pedir dulce de leche en alguna de sus variantes, a mi juicio le quita la mitad de la gracia a todo el asunto.
¡Una servilleta dice más que mil palabras!
Regresamos al hotel a buscar las valijas y ya estamos prontos para ir a la estación de trenes donde nos encontraremos con los abuelos. Dadas nuestras recientes experiencias vertiginosas decidimos llegar con bastante tiempo para evitar sorpresas. Así que todo transcurre con tranquilidad y de un momento a otro ya nos vamos despidiendo de Florencia.

No conozco persona alguna que haya visitado esta ciudad y diga otra cosa más que es preciosa. Y coincido… nunca olvidaré sus callecitas, sus obras de arte, sus iglesias y la paz que sentí al bordear su río.

Y una vez más allá vamos, con la incertidumbre de lo que vendrá… confiando en que Venecia nos enamore.

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