jueves, 18 de abril de 2013

Palacio Médici, Santa Croce y Ponte Vecchio - Florencia, Italia

Cosmo I de Médici
Uno no puede estar de paseo en Florencia sin toparse con los Médici.

Esta adinerada familia debió su riqueza a la actividad que desarrollaron como banqueros, mercaderes de tejidos (lana y seda) y posteriormente como políticos... pero uno de sus rasgos característicos fue el mecenazgo que llevaron a cabo, estando bajo su protección artistas como Miguel Ángel.

Es así que tenemos una cita obligada y luego de caminar unas cuadras, llegamos al palacio Médici Riccardi.


El palacio visto desde afuera da la sensación de ser un bloque macizo, pero en su interior esconde un patio cuadrado donde desembocan todas las salas del edificio.

Nos quedamos maravillados ante la Galería de Luca Giordano y su bóveda pintada con la “Alegoría a la Divina Sabiduría”, así como también con la pequeña Capilla de los Reyes Magos.

Vemos el gran salón de baile y automáticamente se me vienen a la mente imágenes de fiestas desproporcionadas llenas de lujos y ostentaciones.

Recorremos dormitorios y comedores mientras los dueños de casa nos siguen cuidadosamente desde cuadros señoriales que los retratan en todo su esplendor.

Aquí no está permitido ingerir alimentos ni líquidos, por lo que asumo que también está “vietato” cambiar pañales, pero la naturaleza llama y hacemos caso omiso a las reglas, dejando un pañal bastante cargadito y con sorpresitas en una de las papeleras.

Un poco antes de irnos vemos que hay una exposición de Dalí; eso o el hambre me está haciendo alucinar y me hace ver elefantes de patas largas y finas.
Alegoría a la Divina Sabiduría
Cambio de pañal transgresor
Iglesia Santa Croce
¡Divino el techo!
Juli dándole de comer a las palomitas
Abandonamos el palacio para ir a almorzar y poder descansar un rato. La comida italiana ya está haciendo estragos en nuestros sistemas y el exceso de pasta nos hace sentir hinchados.

Pero no hay mucha escapatoria en un país donde te sirven lasagna de entrada, así que continuamos con una dieta saturada de carbohidratos esperando que en Francia podamos regularizar la situación.

El almuerzo transcurre con normalidad mientras nos divertimos observando la gesticulación de las mozas y su inacabable griterío: lo más asombroso es que realmente no están enojadas, si no que es su manera de comunicarse.

Al irnos, una de las tanas le estampa un buen beso en la mejilla a los hombres de la mesa: más por placer que por agradecer la propina, dado que ésta no es demasiado exorbitante.

Con la panza llena, reanudamos la caminata dirigiéndonos a la iglesia Santa Croce. Los abuelos deciden quedarse afuera con Juli en la plaza mientras nosotros vamos en busca de la tumba de Miguel Ángel.

Pero no sólo encontramos la del genio capresano sino que aquí también se encuentran las de Maquiavelo, Galileo, Ghiberti y la tumba falsa de Dante Alighieri (la verdadera está en Rávena).

Una hora después nos reencontramos con los demás que están sumamente entretenidos dándole pancito a las palomas y es hora de volver a cambiar pañales.

Si haberlo hecho en el Palacio Médici fue extraño, este cambio lo fue aún más ya que se desarrolló en el área chica de un partido de fútbol de niños. No sé muy bien cómo quedamos allí, pero nadie se inmutó al respecto… hasta hicieron un tiro libre mientras yo hacía de barrera para que no le pegaran a Juli.

Seguimos con el paseo y hacemos el intento de conocer la casa de Miguel Ángel: dada la hora ya está cerrada, y optamos por regresar al hotel disfrutando del atardecer bordeando el Arno. Se van sucediendo los puentes que cruzan el apacible río, hasta que llegamos a una de las paradas obligadas de esta ciudad: el Ponte Vecchio.

El poder contemplarlo en la actualidad se lo tenemos que agradecer a Hitler, ya que ordenó que no fuera bombardeado a diferencia de todos los demás (la única cosa positiva que debe haber hecho este tipo en su vida).
Así que allí está frente a nosotros el puente más antiguo de Europa con sus casi 700 años de historia.

Siempre fue centro de gran actividad comercial dado que estaba exento de impuestos: una de las primeras zonas francas. Los vendedores exhibían sus mercancías sobre mesas… se cree que el término bancarrota proviene de aquí: si un comerciante no podía pagar sus deudas su mesa era rota por los soldados inhabilitándolo para continuar con su negocio.

Actualmente está atiborrado de joyerías y damos una mirada a las vidrieras sin hacernos mucha ilusión: todo es carísimo.
Ponte Vecchio

Continuamos la caminata dejando el puente a nuestras espaldas y unos metros más adelante encontramos una joyería que se adapta un poco más a nuestra realidad, así que decidimos darle una oportunidad con Sonia. Lo que me hace entrar a mí en particular es que en la vidriera veo pulseras “Nomination” y siento exactamente la misma necesidad que sintiera hace muchos años atrás en Turín de tener una sobre mi muñeca… pienso en cómo ha cambiado mi vida y de todo lo que ha sido testigo mi pulsera desde aquellos días solitarios como tenista hasta la fecha.

Vuelvo a la realidad rápidamente mientras la vendedora me muestra los nuevos modelos: una especie de aros hechos de cobre trenzado con broche de acero inoxidable de colores brillantes y veraniegos… ¡y me encantan! Así que me compro una naranja. Sonia por su lado también encuentra una que le gusta en otro modelo, por lo que salimos contentas con nuestras compras.

Atardecer sobre el Arno
Ha sido otro día largo y de mucha caminata por lo que estamos cansados. No nos complicamos demasiado con la cena y morimos en la misma pizzería del día anterior, para agregar un poco más de harina a nuestras pancitas.

La cama nos espera tentadora, y luego del ritual obligado de la memita caemos los tres rendidos. Me pregunto si Juli algún día volverá a dormir sola en su cunita después de tantos días de concesiones especiales. Y pensando en esto me duermo, para soñar con iglesias, cúpulas, artistas y puentes.

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